La vida de un hombre se divide básicamente en tres períodos. En el primero, uno ni siquiera piensa que envejecerá ni que el tiempo pasa. Ni que desde el primer día, cuando nacemos, caminamos hacia un único fin. Pasada la primera juventud empieza el segundo período, en el que uno se da cuenta de la fragilidad de la propia vida, y lo que en un principio es una simple inquietud va creciendo en el interior como un mar de dudas e incertidumbre que te acompaña durante el resto de tu vida. Por último, al final de la vida se abre un tercer período en el que la aceptación de la realidad y, consecuentemente, la resignación y la espera la hace mucho más vivible.
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