Estaba viviendo en La Pampa, a fines del siglo pasado (suena feo, pero es así soy una persona del siglo pasado, hay que aceptarlo), ya llevaba unos 4 años como Jefe de la Provincia. Un muy lindo lugar para vivir, fundamentalmente por su gente. Pero había algo dentro mío que me tenía incómodo y no sabía muy bien que era.
Un día
cualquiera, en un momento de la vorágine diaria, suena mi teléfono, en esa
época eran fijos, y preguntan por mí. Un compañero había atendido y me avisó.
Saludé, y
me di cuenta que la persona que había llamado no era de las que frecuentemente
hablaba. Se presentó, y enseguida me comentó la razón de su llamada.
Formalmente tenía un puesto laboral para ofrecerme. ¿A mí? Me pregunté. Yo no
estaba formalmente buscando un cambio de puesto de trabajo ni de empresa.
Rápidamente
le consulté porque me llamaba y su respuesta fue que era un headhunter y le habían
pasado mi nombre. No podía hablar en ese
momento y recordé que la semana próxima viajaría a Bs As. Con lo que acordamos
reunirnos.
Si bien era
atractiva la oferta, por un tema personal no era mi momento, pero me interesaba
entender un poco el interés profesional en mi figura.
Realicé el
viaje planeado y nos juntamos en un café de Buenos Aires. Comenzamos a hablar,
le fui sincero con mi respuesta pero le pregunté porque me había elegido y
contactado. Ahí fue que su respuesta fue un aprendizaje y es la anécdota que
les quiero compartir.
Me dijo, “
Todos los profesionales tenemos un ciclo en nuestro puesto de trabajo, el
tiempo del mismo es aproximadamente 5 años.
El primer
año es la luna de miel, estamos en el lugar que queríamos, con mucha ansiedad
por cumplir las expectativas que tienen de nosotros.
El segundo
año llegan los primeros golpes de realidad y estamos en modo de aprendizaje.
El tercer
año empezás a llegar a tu tope de productividad.
El cuarto
año ya tenés la madurez y estás en condiciones de empezar a solicitar a tu
empresa y/o tu jefe ascensos, nuevos desafíos, etc.
El quinto
año empiezan las dudas y cuestionamiento, es un momento de crisis profesional y
requiere una mirada y reflexión interna. ¿Es donde quiero estar? ¿Lo estoy
eligiendo y disfrutando? Después es un momento de toma de decisiones.
Hay un
riesgo, me comento, que puedas perder tu motivación, tu productividad laboral y
en el peor de los casos puedas terminar en Burnout.
Te elegí,
me dijo finalmente, porque sabía que ya llevabas 4 años en tu puesto de
trabajo.
Nos
despedimos y esa charla fue muy movilizante para mí. Me di cuenta que mi ruido
interno era por ello. Analicé, medité y fue cuando decidí que mi carrera
laboral debía continuar en Buenos Aires. Pero eso es otra historia.
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